Notas:

26.8.16

LOS DOCE TRABAJOS DE HÉRCULES. MATAR AL LEÓN DE NEMEA

En una gruta de los bosques de Nemea, una población griega, vivía un enorme león que además de su fiereza tenía una piel tan gruesa que resultaba impenetrable a las armas. Cuando Hércules se dirigía a cazar al león se hospedó en casa de Molorco, partiendo después hacia la guarida de la fiera.

Cuando Hércules se enfrentó a él por primera vez, usando su arco y sus flechas, un garrote hecho de un olivo (que él mismo había arrancado de la tierra) y una espada de bronce, todas las armas resultaron inútiles. Las flechas rebotaban en la dura piel del león, la espada no consiguió hacerle ni un rasguño y al darle con el garrote en la cabeza este rebotó sin hacer daño al león que un poco fastidiado dejó a Hércules y se introdujo en su morada, una profunda gruta en la montaña.

Hércules luchando con el León de Nemea

La morada del animal tenía dos entradas: Cuando el animal penetró en la gruta, Hércules taponó una de las entradas y acorralándolo por la otra lo atrapó y agarrándolo con todas sus fuerzas del cuello lo estranguló.

Hércules intentó desollar al león pero la espada y el afilado cuchillo que llevaba al cinto se mellaron y no consiguieron traspasar su piel, así de fuerte era ésta.

Por fin la diosa Atenea, disfrazada de vieja bruja, ayudó a Hércules a darse cuenta de que las mejores herramientas para cortar la piel eran las propias garras del león. De esta forma, con una pequeña intervención divina, consiguió la piel del león, que desde entonces vistió a modo de armadura, usando su cabeza como yelmo para protegerse la cabeza.

Hércules llevó el cuerpo del león a Micenas para que lo viera el rey Euristeo, quien elegía qué tareas debía cumplir el héroe en el camino de los doce trabajos. Pero éste se asustó tanto que prohibió a Hércules volver a entrar a la ciudad, y le ordenó que de ahí en adelante le mostrase el fruto de sus trabajos desde fuera de las murallas.

Euristeo mandó a sus herreros que le forjasen una tinaja de bronce que escondió bajo tierra, y en la que se refugiaba cada vez que se anunciaba a Hércules, comunicándole sus instrucciones a través de un mensajero.

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